viernes, 14 de noviembre de 2008

Kalash: Los descendientes de Alejandro El Grande

Dice la leyenda que la tribu de los Kalash es fruto de las colonizaciones de Alejandro Magno. No se ha podido demostrar, pero es cierto que este pueblo, en el Kafiristán (país de los paganos), en Pakistán, es cuanto menos singular en comparación con los que le rodean. Es frecuente ver individuos con ojos y pelo de color claro, como se atribuye a los antiguos grecomacedonios, y llama poderosamente la atención que las mujeres no llevan el rostro cubierto, lo que sería habitual en esos lugares, ya cercanos a Afganistán.
Pero más allá de aspectos físicos o estéticos, parece increible que este pueblo no profese la religión musulmana y que en cambio sea fiel a un antiguo rito politeísta de carácter animista más antiguo que el propio Islam y el Budismo, y que le da a la mujer un papel de bastante igualdad en relación con el hombre. Además está generalizada la monogamia. Las mujeres pueden elegir libremente con quién casarse, y pueden divorciarse si son maltratadas. Ellas siguen vistiendo con los trajes tradicionales, llamados piran, negros y con cintas anchas de gran colorido y llevando el pelo corto con cinco largos mechones que se recogen en trenzas, una de ellas desde la frente.
Los Kalash cuentan con tradiciones muy curiosas, como el hecho de que la vid es sagrada y nadie puede comer uvas o tocarlas antes de la vendimia. O como que las cabras son consideradas seres puros y la riqueza se mide en el número de ellas que se poseen.
Tienen la fiesta del Biramor, que consiste en compartir todos los bienes con los demás. Aquel que celebra un Biramor, adquiere prestigio social de por vida para él y su familia. También tres festivales; Joshi (celebra la fecundidad), Uchao (coincide con el regreso de los pastores y en el que se baila durante toda la noche) y Chaumos (en el que se sacrifican docenas de cabras en honor a los dioses).
A pesar de la igualdad de las mujeres, la religión kalash dice que hay dos divisiones en el Universo; lo puro (onjeshta) y lo impuro (pragata), y hay cosas que éstas no pueden hacer, como cuidar las cabras o peinarse dentro de las casas. Además cuando tienen la menstruación se recluyen en los bashali o casas de maternidad, ya que de no hacerlo deberían estar aisladas en sus propias casas, sin tener contacto con nadie. Durante unos días viven en compañía de otras mujeres en su mismo estado. Allí dan a luz las mujeres embarazadas, que también son impuras en el momento del parto, y si la mujer o el niño mueren, son enterrados en el exterior del bashali por vecinos musulmanes, ya que los cuerpos son impuros también para el cementerio y para el que los toque. Cuando salen de allí las mujeres se lavan concienzudamente en el río de la cabeza a los pies y se cambian la ropa y el calzado, que también será lavado, a fin de purificarse.
Los Kalash son muy liberales para la sociedad que les rodea, por la libertad que les dan a sus mujeres, porque celebran fiestas en las que se baila durante noches enteras y porque fabrican vino, que beben sin ningún tipo de prohibición. Por ello los musulmanes no los ven con buenos ojos. A pesar de ello, y de que cada vez son menos, los Kalash siguen luchando por conservar su cultura y sus tradiciones.

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